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La CREÁTICA consiste en una Estimulación Integral de la persona de cara al futuro. Es un Programa para DESCUBRIR. No para enseñar nada. Y menos todavía para entretener a los niños con ejercicios complicados. Esto sería demasiado desperdicio para el tiempo que llevamos trabajando con afán en este Modelo. Cuando surgió el Movimiento pro Desarrollo de la Inteligencia, hoy llamado CREÁTICA, todavía no se hablaba de los NIÑOS EXCEPCIONALES POR EXCESO, hoy llamados ÍNDIGO. Pero existía un problema inquietante. Estaban apareciendo cada vez con más frecuencia, niños sorprendentes que en nada se diferenciaban biológicamente de los demás niños, pero que psicológicamente eran anormales por exceso, comparados con sus similares. Destacaban por su limpieza mental, su aceleración vital, su madurez temprana en el campo ideativo, su capacidad crítica un tanto cáustica, su descontento con el sistema educativo, su fácil manejo de los instrumentos electrónicos, y sobre todo, una visión distinta de la vida y un rechazo a las tareas rutinarias. Niños que estaban apareciendo con una personalidad muy definida, y a los cuales no se podía aplicar el clásico C.I. (cociente intelectual), no porque fueran más inteligentes, sino porque ellos estaban en otra onda. Nunca habían aparecido tantas y tales excepciones juntas en la Historia de la Psicología. Durante siete años se trabajó, aislando primero el problema, y buscando después una forma de aliviar su situación a estos niños precoces, como los denominábamos. El equipo empezó a sospechar en un principio que eran niños excepcionales que en la lotería de la naturaleza habían sido premiados. Nos resistíamos a aceptar su normalidad. Buscábamos clínicamente síntomas y detalles de anormalidad. Hoy estamos convencidos de que es a éstos a quienes hay que mirar y de quienes hay que esperar, porque son los que van a configurar las sociedades del futuro, para un mundo más humano. Pero todavía sospechábamos que estos niños eran fruto de la tempestad de información de los medios masivos de comunicación y de la proliferación de los juegos electrónicos. Pero eso dejamos de llamarlos niños problema, y pasamos a llamarlos jocosamente Niños Nintendo. Pero resulta que aparecía este fenómeno en niños que no recibían tempestades electrónicas. O sea, había que admitir que era un fenómeno de nueva adquisición, y nos negábamos a admitir la más leve sospecha de mutación genética. Los estudios de laboratorio parecen estar en esta onda de la que, como no somos especialistas en la materia, preferimos no opinar. Se está notando y certificando en esta tres últimas generaciones un inicial y potente cambio estructural a nivel psicobiológico en los niños. Es una lástima que, a nivel oficial, las escuelas y los colegios privados estén todavía enfrentándose a estos niños, y tachándolos de sujetos problema, y hasta de enfermos emocionales o tocados de una cierta psicopatía. Son unos niños muy diferentes a los niños que fuimos nosotros en nuestra infancia. Para muchos educadores había unos síntomas alarmantes en los niños superactivados que eran un problema en el aula de clase y en el ambiente familiar, con una mente extrañamente despierta, agresiva hacia el docente magistral y rutinario, inquietos, sumamente inteligentes, razonadores, incomprendidos, con malas notas a veces, pero con brillantes ideas destructoras de paradigmas. Nuestra preocupación aumentó cuando en los trabajos de campo de los alumnos de la cátedra de Psicología Evolutiva aparecían en todas las clases sociales, unos niños no clasificables en ninguna de las gavetas evolutivas de los venerables tratadistas del pasado (Hurlock, Piaget, Moragas, etc.). Cada día aumentaba el número de los Niños Problemas por Exceso, como los denominamos de nuevo, que no eran comprendidos en la familia ni en el aula, que eran aislados, cuando no abiertamente rechazados o verbalmente agredidos. Hoy a esos niños los llamamos ÍNDIGOS, al parecer por su aura teñida de añil. Los que no tenemos el don de percibir esa aura no los catalogamos, y menos nos atrevemos a diagnosticarlos. Lo que menos importaba era la denominación. Lo que había que hacer, puesto que estaban, era ayudarlos y comprenderlos. En cada muestreo eran más numerosos los casos. Se imponía crear nuevas formas de tratarlos y educarlos. No se contentaban con la instrucción. Se empeñaban en ser personas humanas distintas, y discutían con nosotros sus programas, siempre diferentes y mejores que los que les estaba proporcionando su sociedad y las autoridades educativas. Nunca habían aparecido tantas y tales excepciones juntas en la historia de la psicología. En un momento, y casi paralelamente, fueron apareciendo casos de niños extraños en China y Norteamérica. Las universidades del mundo empezaron a preocuparse por el problema. El año 83 el Presidente del Instituto de Creática, con ocasión de un Curso - Taller de Desarrollo de la Inteligencia solicitado por el Gobierno de China Popular, oyó hablar en la Universidad de Bei Ying de ciertos niños superpsíquicos, y se enteró de las sorprendentes habilidades de esos niños, que sin previo entrenamiento, captaban el pensamiento ajeno, leían una página de un libro cerrado, movían una pelota en el aire con energía proyectada, etc. y sobre todo, presentaban una madurez hasta entonces inconcebible para los cánones normales de evolución psíquica, y una cierta inmunidad contra enfermedades crónicas, como el Sida y el Cáncer. Nada nos habían informado las personalidades chinas que visitaron Caracas, pero después supimos que la razón de su visita era que habían recibido la noticia de que en Venezuela se había creado desde 1978 un Ministerio para el Desarrollo de la Inteligencia, y venían, precisamente, según posterior confesión (primero tres profesores de la Universidad de Bei Ying, y después el propio viceministro de Educación) con la intención, oculta desde luego, de indagar si nosotros teníamos la solución, o al menos, una explicación para el fenómeno. Allí se confirmó nuestra sospecha de que el fenómeno no era regional, que era algo más que una superactivación debida a los medios y a la juguetería electrónica; que estaba apareciendo una especie de cambio brusco y rápido a nivel especie, en dos o tres generaciones, cuando era regla general que una mutación en lo humano, biológica o psíquica, en cualquier especie, llevaba centurias, y hasta siglos. Más que mutación, la deberíamos llamar puesta en marcha porque al parecer lo que está sucediendo es que elementos del ADN que estaban inactivos aparecían en estos niños funcionando con normalidad. Decidimos dejar a los biólogos estudiar el fenómeno mutacional, y nos dirigimos a lo que nos correspondía: a solucionar los problemas inminentes de conducta con un criterio de utilidad. Queríamos encontrar para ellos una patente de reconocimiento, que supieran que los comprendemos aunque nos los entendamos, y que estamos haciendo lo posible por saciar esa necesidad de velocidad evolutiva. Cuando nos dimos cuenta, el río nos fue llevando hacia unas nuevas formas educacionales, por las cuales no había que enseñar al alumno, sino colocarlo en situación de aprendizaje. Con esto desaparecía la figura del educador ritual, exigente de memorización, y aparecía el compañero de ruta que demanda del alumno razonamientos y responsabilidades: en su aprendizaje personal, en sus ideas, en sus conductas y en su particular escala de valores. Y así nacieron los Programas, con sus características pertinentes para los niños de estas nuevas generaciones. Nacía la Creática. Adelantamos las exigencias académicas en más de cuatro años, con escándalo de los timoratos. Y resultó que esos niños problema no eran tales, y que gozaban con nuestros retos y se sentían felices de que nadie les enseñara, sino que ellos, barajando los datos que les dábamos, descendiendo a lo concreto en los ejemplos, sacaban sus propias conclusiones, por investigación y lógica natural. Estos programas, desde la Educación de Padres y Prenatal, hasta la Universidad, no están confeccionados para los NIÑOS MONTÓN que hemos sido nosotros, o de ésos que desgraciadamente todavía persisten, a pesar del rechazo, en cualquier institución pedagógica de las que los gobiernos de todos lo países fomentan, para evitar jóvenes rebeldes y adultos críticos. Los Manuales de Creática están confeccionados para los GENIOS DEL FUTURO, que ya están entre nosotros, como un suceso que muchos prefieren ignorar. Pero que ya no se pueden negar ni frenar. Simplemente está ya aquí. Para mí fue altamente significativo que en el Colegio Dom Bosco de Puerto la Cruz, un niño de apenas cuatro años, de Maternal, se zafó de las manos de su mamá, para abordarme y preguntar: ¿Eres tú el que hace los absurdos? .- Sí le contesté--. .-¿Me dejas darte un besito?. Me conmovió. Y no pude menos de pensar cómo hubieran reaccionado ante esta anécdota aquellos autores que estudiamos en las Escuelas de Psicología que defendían que antes de los doce años de edad cronológica solamente un niño genio sería capaz de comprender un absurdo. Estos niños no comprenden (y no por rebeldía sin causa, sino porque no comprenden) que les exijamos rutinas y disciplinas que son comprensibles solo en las ovejas, como las filas, la compostura, el silencio innecesario, pero que son capaces de hacerlo cuando no los obligan, sino que aluden a su auto - responsabilidad. Ya no podemos detener esta avalancha silenciosa. Ellos están aquí, y no se comportan así por capricho, sino porque son así. Cuando no recurrimos a su responsabilidad, sino que intentamos obligarlos por autoridad, se tornan indisciplinados, desafiantes y caprichosos. Es su única defensa, porque se sienten injustamente agredidos, todo porque son pequeños (Esta frase es de uno de ellos). Se sienten tan personas como nosotros, aunque diferentes, y exigen respeto y comprensión. La única forma de compensar nuestras injusticias (inculpables, por cierto) es haciéndonos con ellos amigables, y no considerándonos jefes de tren, sino compañeros de viaje: padres y maestros, no jefes omnipotentes. Nos asustamos de que estos niños nos exijan razonamiento y honestidad. No son nuestros por ser sus padres o estar inscritos en nuestros planteles. Los padres hemos sido las manos de la Divinidad para que vinieran al mundo, y los maestros para hacerlos crecer como humanos, no las altas figuras a quienes deben respeto y veneración. Por eso a veces en sus ojos podemos leer un cierto reproche de que estamos haciendo ante ellos el ridículo con nuestras posturas monárquicas y nuestras exigencias autoritarias. Estos niños razonadores nos sacan de quicio (cuándo en nuestros tiempos...), porque ocultamente sabemos que tienen toda la razón. Para ellos la Educación en pasado no tiene encaje en sus vidas. Por eso tenemos que tratar de encontrar la Educación para el Futuro: no darles soluciones, sino preguntas respetuosas. ¿Cuándo será que un autor de libros escolares prepare unos manuales de trabajo escolar que no tengan respuestas, sino preguntas técnicamente elaboradas? Hoy esto es todavía una utopía. Pero llegará el momento que estos niños esperan. No perdonan que les digamos que algo hicieron mal, y que no alabemos siquiera sus intentos, y que veamos solamente sus errores. Quieren que no los protejamos tanto, haciéndoles la vida fácil, sino que sintiéndolos capaces, les propongamos continuos retos, porque estamos seguros de que ellos son capaces de encontrar las soluciones. Que con nuestras palabras y nuestra confianza afirmemos su autoestima, y no les perdonemos que se sientan incapaces. Pero teniendo siempre en cuenta que son unos niños, y por tanto manipuladores en cuanto nos distraigamos. Tengamos en cuenta que en la infancia la histeria (intentar ser el eje de su entorno y centro de atracción) es natural, y por eso en los adultos es una regresión neurótica. Pero que esa lucha sea franca y sin trampas. No nos dejemos pisotear, y que no descubran en nosotros inseguridad y debilidad porque entonces estamos perdidos, y es grande el mal que con ello les hacemos. Promediada la década de los 80, una mamá llevó a mi consultorio una parejita de gemelos a los que a primera vista se podía leer en sus ojos una supernormalidad. Pues bien, resulta que la maestra de su grado (debía de ser de segundo grado) los había diagnosticado como retrasados y con necesidad urgente de psicólogo, ya que tenían un alto índice de atención dispersa. Al interrogarles a solas para su hoja de vida, ambos me repitieron en diversas formas que la maestra era una tonta que creía que lo sabía todo, que no admitía que le preguntaran nada, y que los trataba como niñitos que no sabían nada. Además, lo repetía todo varias veces como si fueran bebés, y que por eso ellos se distraían. Su CI resultó con dígitos cercanos a la genialidad. Ya teníamos otros dos casos más que fueron a engrosar la lista de los genios del futuro para los cuales estábamos confeccionando los Manuales de Creática. Lógicamente, los docentes formados en las aulas universitarias anteriores al 70 reaccionaron con estupor y hasta con agresividad, a las afirmaciones del equipo de Creática. Pero persistimos en nuestra labor de investigación y confección de los manuales. Y resultó que teníamos razón. No eran manuales de Estimulación temprana, ni anticipada, ni precoz, sino que denominamos esta actividad como Estimulación Pertinente Circunstancial. Pertinente, porque es la que corresponde a esta clase de niños hiperactivos, inquietos; y Circunstancial, porque está confeccionada para este momento histórico y para esta avalancha inesperada que nos ha sorprendido. Posiblemente en otra generación futura ya no sean suficientes estos Manuales, y haya que duplicar o triplicar estas previsiones. Los Genios del Futuro nacen. Pero no se hacen, no aparecen, hasta que los descubrimos y los activamos en alguna forma casual o intencionada. La razón de la Creática es esta forma intencionada de activación. En resumen: el problema no son los niños. El problema somos nosotros. No estamos preparados para ello. Ellos son los normales para su momento vital e histórico. Nosotros estamos pasando ya de moda. Hay que admitirlo y acoplarse si no queremos perdernos y perderlos.
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